jueves, 22 de julio de 2010

Las palomas también comen popcorn



En el techo de mi casa han anidado unas palomas. Son una pareja, asumo que es una paloma y un palomo. Los he visto diariamente ir y venir trayendo hojas secas en sus picos, plumas, tozos de papel y todo lo que pueda serles útil para el acto de ser padres. Han anidado entre la maraña de cables de teléfono y luz que pasa por el exterior de la casa. Son felices en ese lugar a donde los humanos no podemos llegar. Están entre el tejado y el vacío. Un buen lugar para anidar. Las palomas sí que saben hacer nidos seguros.

Por ahora se pasan el día en ese su habitáculo. Seguros. Sin nadie que pueda alcanzarlos ni curiosear entre su nido. Desde lo alto caen a la calle sus deyecciones, que en poco tiempo son muchas. Verdes y blancas. Una mixtura de colores indefinidos.

Se cagan por el balcón de mi habitación que da a la calle. He descubierto que les gusta asomarse por la ventana. A veces les doy maíz perla, pop corn, palomitas de maíz sin preparar, puro maíz. Al comienzo pensé que no lo comerían, o peor aún, que cuando lo hayan comido corrían el riesgo de que en su buche exploten como lo hacen en las ollas y acaben muertas llenas de palomitas de maíz. Felizmente eso no ha pasado y cada día se acercan en busca de algo que puedan comer. En busca de amor.

Los hombres también somos como las palomas, anidamos en cualquier parte. Buscamos comida diariamente. Necesitamos de amor y solemos buscar abrigo cuando la noche llega.

A veces nunca más volvemos al nido. A veces otras aves dejan sus huevos en el nuestro y luego de empolladas tienen otro perfil, otro color y vuelan distinto a nuestro vuelo.

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