lunes, 5 de julio de 2010

Crimen perfecto



Es tarde y el ambiente en el que me encuentro es siempre lúgubre. Llevo días de discutir conmigo mismo, de no encontrarme pese a que me he buscado en todas partes y pese a que no he querido perderme en ningún instante. Hoy es un día de esos malos.

Sé que cuando despierto no debo llamar a nadie. Sé que debo quedarme inmóvil, sin abrir los ojos siquiera para recordar lo que he soñado y volver a vivirlo intensamente. Pero cada vez que amanece se me da por llamar y antes de encender la radio para escuchar las noticias tristes de siempre me urge llamar y nadie me contesta. Odio la maldita casilla de voz y ese tono que dice deje su mensaje en la casilla de voz, esa voz enfermiza, voz muerta y vacía.

Pero desde que se malogró la terma la vida es más feliz, el agua siempre goteaba y había que encenderla una hora antes. Ir corriendo a encenderla y volver a la cama a intentar dormir un poco más. Pero la terma por fortuna se malogró y la ducha eléctrica llegó una mañana con una manguera tonta que no creo que nadie la use mojándose sus más álgidos recovecos.

Y la ducha también mal instalada para variar de cuando en cuando daba ciertos sacudones. Que tragedia morir desnudo, electrocutado y con una puerta bien asegurada, y que venga después la policía y el fiscal y los curiosos y te encuentren calato tirado en la ducha. Yerto. Y la ducha eléctrica solía pasar la electricidad por esa llavecita metálica, sobretodo por los dedos que tienen esas pieles levantadas junto a las uñas, esos pellejitos que no sé a quien diablos se le ocurrió llamar “padrastros” – supongo que será por lo jodidos, aunque nunca he tenido uno pero si tuve una madrastra, y era una piedra en el zapato o yo lo era para ella, pero esas pielecitas jodidamente levantadas deberían llamarse madrastras, Mirtas, o caza fortunas – Pero la ducha eléctrica finalmente un día explotó y fue un alivio porque hubo que ducharse con agua fría, inmensamente fría, inmensamente jodida. Y descubrí que el agua fría es maravillosa, te quita la modorra matinal, te obliga a ser más rápido y no caer en el sopor del agua tibia. El agua fría en la mañana nublada es un bálsamo para cualquier dolencia infeliz, para cualquier temor matutino que suele envolver a veces nuestros días.

Y la ducha quedó adoleciendo de frigidez desde ese día, se acabaron los temores del triste espectáculo de la policía rompiendo la puerta del baño para rescatar un cuerpo desnudo y probablemente nada atlético, y seguramente fofo, laxo. Se acabaron los temores de ser la portada de un diario y aparecer como el huevastristes que ha murió en la ducha por culpa de un gasfitero embustero que quiso hacer un cachuelo y se hizo pasar como tal cuando en realidad era solo un albañil desempleado y no sabía nada de polos opuestos ni de positivo o negativo. Nada de nada.

Y en realidad no se cómo, pero el agua fría acaba de sacarme de una tristeza que empezaba a incomodarme, solo recordar el agüita fría me ha hecho pensar en tantas cosas y olvidarme que estoy tan triste y que un gasfitero falso iba a matarme limpiamente sin dejar el mínimo rastro, sin dejar el menor indicio de que había cometido el crimen perfecto.



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